Introducción.
El túnel arranca de la necesidad de superar un obstáculo natural, generalmente un
macizo montañoso. Pero además de la montaza existen otras barreras que se pueden
salvar mediante túneles como los cursos de agua, fluviales o marinos, y las zonas
urbanas densamente edificadas en las que a menudo se incorporan túneles.
Entre los usos más frecuentes pueden enumerarse los túneles para vehículos, para redes
de ferrocarril urbano o Metros, para uso peatonal, para abastecimiento de agua,
saneamiento, galerías de servicio y para almacenamiento de residuos (A.G.P.).
Si bien el túnel en sentido estricto se caracteriza por su marcado carácter lineal, aquí se
considerará, por extensión, el termino túnel en un sentido amplio, no sólo como obra
lineal sino como espacio subterráneo que incluye desde la caverna, la cueva natural
hasta amplios recintos subterráneos transitables dentro de lo que podría englobarse
como urbanismo y espacio subterráneo; en suma, el túnel como obra de tránsito y
también como hábitat.
El túnel en la historia de los pueblos.
El arte de los túneles se funde en sus orígenes con el arte de la minería. La mina más
antigua que se conoce en el mundo se localiza en el cerro de Bomvu, en Swazilandia, y
data del año 40.000 a.C.; en ella el hombre de Neandertal minaba hematites, piedra de
sangre, muy apreciada para ritos mortuorios; las herramientas no eran otras que piedras
afiladas y sus manos desnudas.
El primer método de perforación de galerías mineras y, con posterioridad, de túneles
es la técnica del fuego, consistente en provocar un incendio en el frente de ataque para
luego sofocarlo bruscamente con agua fría produciendo un brusco gradiente térmico que
da lugar al resquebrajamiento de la roca; pero esta técnica también provoca, como no es
difícil imaginar, una atmósfera viciada, irrespirable, generando gases a menudo
venenosos, convirtiendo el trabajo del minero en una trampa mortal a la que sólo unos
pocos afortunados sobreviven.
El primer túnel de la historia, allá donde ésta se difumina con el territorio del mito,
fue el que la leyenda dice mandara construir Semiramis bajo el Eúfrates para
comunicar el Palacio y el Templo de Belos en la Babilonia del 2200 a.C.. A este
formidable trabajo se refieren entre otros los historiadores Diodoro de Sicilia, Herodoto
y Estrabon. En realidad, se trataba de un falso túnel, por cuanto no se perforó en galería
sino mediante zanja a cielo abierto y posteriormente recubierta, para lo cual se
desviaron las aguas del Eúfrates aprovechando el período de estiaje.
El siguiente túnel construido bajo el cauce de un río se perforó cuatro mil años después
de aquel de Babilonia, obra de los Brunel padre e hijo quienes tras veinte años de lucha
denodada y arrojo lograron dominar las furiosas aguas del río Támesis que se resistía a
ver perforado su lecho.
A lo largo de la historia y en el seno de distintas culturas se han proyectado y construido
túneles con distintos motivos. Así, tanto en el antiguo Egipto, como en las culturas
orientales, el túnel ha tenido un marcado carácter religioso. Mientras que en zonas
como las Tierras de Canaan (siglo X a.C.) el propósito no es místico o religioso sino
ingenieril, hidráulico. Tenían como fin el abastecimiento a las ciudades y la captación
de aguas. ¿Por qué bajo tierra?. Por varios motivos. El más poderoso de ellos, sin duda,
evitar que un bien tan preciado como el agua (muy escaso por aquellas regiones) se
evaporara como consecuencia de las altas temperaturas que se alcanzaban.
Pero siguiendo con los principales hitos de la historia de los túneles merece especial
referencia el de la Isla de Samos, de un kilómetro de longitud y primero del que se
tiene noticia del ingeniero que lo construyó, Eupalinos de Megara, hijo de Naustrofo.
Esta obra construida hacia el 530 a.C., servía para el abastecimiento de agua a la capital
de la isla. Estuvo en funcionamiento durante un milenio y fue considerada y fue
considerada como una de las tres maravillas del Mundo Heleno.
También merece especial atención la época del Imperio Romano. Los romanos
construyeron túneles con muy diversos propósitos: galerías mineras, túneles para
abastecimiento de agua, para alcantarillado, para el drenaje de lagos volcánicos
(emisario de Fucino con 5500 m de longitud), en las calzadas romanas (como el túnel de
Pausilippo, cerca de Nápoles, con sus 1500 m de longitud), sin olvidar los túneles de
propósito militar y las catacumbas.
En la Edad Media, los túneles pierden esa potencia como obras vigorosas de ingeniería
civil y derivan en galerías y pasadizos en castillos y fortalezas, obras menores. Durante
este período, la minería se robustece y consolida, fundamentalmente en Centroeuropa,
surgiendo al filo del Renacimiento la obra maestra de la minería, De Re Metallica de
Georgius Agrícola publicada en el S. XVI. Dicha obra recoge con minuciosidad en su
texto y en sus grabados las prácticas y técnicas mineras, siendo un libro básico de
consulta durante los dos siglos siguientes a su publicación.
El Renacimiento marca el resurgir del hombre así como el de los túneles tras el letargo
de la época medieval. Leonardo da Vinci concibe niveles subterráneos en sus proyectos
de ciudades y piensa en la posibilidad de perforar túneles allá donde los canales se
encuentran con barreras montañosas.
El primer túnel del Renacimiento es la Mina de Daroca en la provincia de Teruel.
Cuenta con 600 m de longitud, 6 m de anchura y una altura variable entre los 7 y 8 m.
Fue construido entre 1555 y 1570 por Pierres Bedel para reconducir y desviar las aguas
torrenciales que venían castigando la villa aragonesa.
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